Crónicas de viaje o las andanzas de un mediador argentino en España e Italia.

Una invitación muy generosa, me dió la ocasión de conocer y explorar tres ciudades únicas muy vinculadas a mi formación y a mi cultura, Barcelona, Madrid y Roma, que a mi avanzada edad no conocía.
Aunque están hoy muy diferentes a la imagen que de ellas tenía,  España e Italia, en la Europa del euro, la Unión Europea y la crisis, me retrotrajeron a mi infancia en un suburbio de Buenos Aires donde casi todos mis vecinos eran españoles e italianos emigrantes, muchos víctimas de las guerras y de sus consecuencias. Venían de otra Europa.  Eran gallegos que habían sufrido la Guerra Civil, o italianos del sur que habían sobrevivido al fascismo y a la destrucción de la Segunda Guerra Mundial.   Esas personas humildes que acompañaron mis años primeros con sus acentos,  sus canciones,  sus añoranzas, sus comidas, sus historias, sus costumbres,  volvieron a mi memoria tras muchos años, al pisar el suelo de sus respectivas patrias. Y recordé esas noches de verano en las calles de mi barrio, cuando aquel italiano nos contaba de su terruño, de su “paese”,  de la viña familiar  y nos enseñaba imágenes de la isla de Capri y del lago de Cuomo con sus aguas azules en el azul todavía artificial de las fotografías de aquel tiempo, mientras cantaban los grillos, y de las ventanas surgía el humo de los espirales contra los mosquitos. 
También recordé a mis vecinos españoles, de la casa de inquilinato de al lado, la de la parra de uva “chinche” de doña Josefa,  que habían pasado hambre y toda clase de espantos durante y después de la guerra civil  que había dividido a la Madre Patria en la década del 30. Aún recuerdo los nombres de los niños  Ovidín, Angelines, Manolo, Leni.  Muchos de los adultos quizás habrán muerto y algunos otros, tal vez regresaron a sus lugares de origen.  Todos quedaron en mi recuerdo y en mi corazón, quizás por que el argentino medio tiene la nostalgia de sus antepasaron que bajaron de los barcos….
Pero no sólo mi infancia se hizo presente al pisar esas tierras antiguas, España es también la “Sefarad” de mis antepasados , aquella segunda patria que la maldad de los fanáticos,  de los antisemitas,, la intolerancia del odio y la ferocidad de los falsos cristianos convertidos en inquisidores, había  masacrado, expulsado o convertido violentamente..  Hace años, publiqué un poema que se ha perdido, que se llamaba “Nunca estuve en Barcelona”  donde imaginaba recorrer con mis propios pasos aquellas calles  que nunca había pisado y que alguna vez poblaron mis antepasados   Allí imaginaba que esa ciudad tan ajena y lejana  me parecía familiar, que un lazo imborrable, la memoria de la especie de mi estirpe quizás, me llevaba hacia ellas calles, y que me invadían los ruidos, los rezos y los olores  de la vieja judería, antes de la carnicería de 1391.y de la expulsión de 1492.
Italia me emocionaba por las historias vistas en las películas de distintas épocas las del neorrealismo, y también otras posteriores que contaban el ocaso de las antiguas familias hebraicas tras la alianza entre el demente de Benito Mussolini y el criminal asesino de Adolf Hitler.   Se me vinieron a la mente escenas de “Una Jornada Particular” con Sophia Loren y Marcello Mastroiani, y de “La Ventana de enfrente”, la bellísima película del turco  Ferzan Ozpeteck, con el enorme Massimo Girotti en su rol póstumo.  También las películas ubicadas en Ferrara, sobre novelas de Giorgio Basani, como “El jardín de los Finzi-Contini” o “El hombre de los anteojos de oro”.   Pero especialmente recordé una conversación muy emotiva con dos mujeres italianas, muy mayores, muy elegantes y distinguidas, ambas de Roma, a quienes conocí por casualidad hace más de quince años, en la fila para pagar en una tienda de judaica en una calle trasversal a la Quinta Avenida en New York, .no muy lejos de la Washington Square. Ambas mujeres medio avergonzadas, me pidieron perdón por mirarme tanto y sin disimulo, y me explicaron  que lo hacían porque me encontraban muy parecido a un hermano suyo exterminado por los nazis hacia 1943, quizás en la infausta noche de la redada comandada por las bestias nazis, que describía la película de Ozpeteck.
España e Italia, como el resto de la vieja Europa, significan para mi,  entre muchas otras cosas, un recuerdo doloroso del Holocausto judío y de la persecución, y por eso la alegría, el placer, la emoción  de caminar sus calles, visitar sus museos, conocer sus iglesias, admirar sus plazas y edificios, cruzar sus calles y avenidas,  descubrir su historia, su gastronomía y su arte,  se mezcla con esa tristeza irremediable que  particularmente a las personas de mi origen y generación les causa el recuerdo de la Shoá con su secuela de seis millones de víctimas inocentes. .. De ahí mis lágrimas en el Trastevere al descubrir en una pared  una suerte de pizarra de mármol blanco con los nombres de los partisanos italianos que habían sido exterminados en el barrio por la barbarie nazi :( uno de ellos se llamaba Silvio como yo),  o la sensación de agobio y el deseo de huir que me invadieron en el Barrio Gótico de Barcelona, cuando descubrí “la Call” la entrada a la antigua judería, el barrio judío medieval, con sus estrechas callecitas, cuya población fuera  masacrada el 5 de agosto de 1391 a instancias de un cura abyecto, antisemita e ignorante, Ferrán Martínez, el arcediano de Ecija en Sevilla, que hacía muchos años venía instigando las matanzas de judíos.. Pensé en ese batracio, y en los miles de ignorantes que le secundaron.  Los imaginé en el infierno.. Quemándose aún lentamente.
También me resultó llamativo que se hayan coronado en toda Roma, los obeliscos traídos de Egipto con cruces o imágenes de santos en un intento de cristianizarlos,  y más horrendo aún que se hayan decorado Iglesias y monasterios cristianos con el saqueo de lápidas del viejo cementerio  judío del Montjuic en Barcelona.  La historia es ó parece ser, el producto de sucesivas profanaciones.   Es imposible evitar esa convicción al recorrer las ciudades del viejo continente.  que podrían contar una historia manchada de mucha sangre inocente.   La historia parece escribirse con tinta roja fresca, en los cortos intervalos de paz entre dos guerras, entre dos violencias, entre dos matanzas. La Inquisiciòn infame de la Edad Media, los” progrom” de los zares rusos, y el nazismo alemán tan o más infame, del Siglo XX.
Un mediador, como yo, viajando por el mundo se lleva por supuesto algunas sorpresas.   En la nueva terminal del Aeropuerto El Dorado de Bogotá(Colombia) cuando ya estaba ubicado frente a la puerta de embarque de mi vuelo de Avianca a Barcelona, me llamaron por los parlantes y de allí me condujeron con otros pasajeros a un subsuelo donde abrieron mis maletas: parece que uno de los perros expertos en reconocer sustancias prohibidas, había olido mi bolso con medicamentos dentro de una de mis valijas y había dado el ladrido de alerta.   Abrieron mis valijas, encontraron mis medicinas y me pidieron disculpas, y el oficial de la Policía Nacional colombiana, me preguntó adónde iba y si mi viaje era de trabajo o de vacaciones.  Cuando le referí mi profesión y que en Barcelona me esperaban entrevistas con editores españoles, se interesó por la mediación y hasta amablemente me pidió que le regalara algún ejemplar de mis libros. Suelo encontrar interesados lectores en los lugares más inesperados pero esta vez no pude satisfacer su pedido.
En Barcelona, el conductor, catalán y orgulloso él, que nos llevaba en un automóvil contratado desde el Aeropuerto del Prat al Hotel,en la via Laetania, me dijo que pacificadores como yo hacían falta, y refirió el conflicto actual entre Cataluña y España sobre una posible escisión catalana del resto del Reino, que se halla promovida por la Generalitat. Un taxista que nos conducía a almorzar al Trastevere en Roma, se interesó por la mediación y en particular por la mediación familiar “mi mujer es una fiera“ me dijo y me la imaginé gritando a lo Anna Magnani, en dialecto romano, con ruleros y un delantal .

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