La figura del padre, y su invisibilidad en los estudios sobre el divorcio.


En las ciencias sociales han faltado hasta hace muy poco, estudios sobre la figura del padre.  Aún hay muchos puntos oscuros sobre su papel en la vida de la familia y  su influencia en el desarrollo de los hijos.  Solemos hablar de la familia nuclear o sea la formada por padre, madre e hijos como si fuera el único modelo  que existe y la figura de la madre es la que prevalece como agente socializador de la familia, postergándose en esas investigaciones a otros agentes socializadores importantes en el grupo familiar como son los padres y hermanos. Recientemente el enfoque ha ido dirigido al estudio de las figuras  denominadas subsidiarias o alternativas de cuidado.

En las familias en las que el padre está presente, este puede ser el agente central y desempeñar un rol muy trascendente en la vida de la familia y en el desarrollo tanto social como psicológico de los hijos. Sin embargo parece ser otra la realidad de las estadísticas.
Puede comprobarse, en tal sentido, la reducida participación paterna, particularmente en estos tiempos en casos de separación.  La gran mayoría de los padres sin custodia mantienen un contacto mínimo con sus hijos  Así se estima que 3 de cada 5 niños de padres separados no han visto a su padre en un año,. 4 de cada 5, nunca ha pernoctado casa del padre y solamente uno de cada 6 ha mantenido un contacto regular con su padre biológico.
Sin embargo, se ha observado en las últimas décadas una mayor involucración paterna en el desarrollo de los hijos,  debido entre otros factores, a una mejor calidad educativa de la mujer y a su mayor participación en la fuerza del trabajo. También se verifica una modificación en la división de las tareas por parte de las parejas, cambios en la estructura de las familias y un interés mayor de los padres en el desarrollo y educación de sus hijos.

Esta probado un cambio importante en el rol del padre respecto de la crianza de sus hijos

La familia nuclear ha dejado de ser tan prevaleciente como en el pasado, dando lugar a nuevas formas de conformación de las familias, mas allá de la tradicional conformada por padre y madre, en el cual las madres son amas de casa de tiempo completo y las encargadas del cuidado de los hijos, mientras que los padres se dedican principalmente a ser los proveedores de bienes económicos con una participación reducida en el cuidado de la prole.  Esas nuevas estructuras familiares son los de las familias separadas, divorciadas, familias uni-parentales, y familias reconstituidas.

Esta situación ha llevado a un cambio en los papeles y actividades desarrolladas por las madres y los padres dentro de la familia y a un cambio en el tipo de influencia que ejercen cada uno de los padres en la crianza y desarrollo de sus hijos
La escasez y relativa modernidad de los estudios en las ciencias sociales, se completa con una casi ausencia de representación y visibilidad de la figura del padre en otras actividades humanas entres ellas la literatura y otras formas de ficción popular.

LA FIGURA DEL PADRE EN LA LITERATURA.
La literatura universal, tiene innumerables y merecidos textos reivindicativos del papel de la madre, de la figura de la mujer madre, frente a las adversidades de la vida, las desventajas de su género en una sociedad patriarcal, la violencia de la que suelen ser víctimas, y  sobre su abnegación, sacrificio y amor incondicional hacia sus hijos.  La novela, el teleteatro, y antes el radioteatro, el cine desde sus orígenes no sonoros y el teatro popular tienen muchísimos ejemplos, en el que se combinan la explotación y el melodrama, el abuso y la miseria, el abandono y la infidelidad. Muchas de esas calamidades se agudizan en esas obras de ficción (y en la realidad) con el divorcio o la separación conyugal o de la pareja.
No ocurre lo mismo con la figura del padre, el hombre de la relación, que es muchas veces el derrotado en la puja con su ex pareja por la tenencia de sus hijos, y hasta a veces forzado a mantener distancias de lo que fuera el hogar conyugal y de esos hijos,  en virtud de denuncias no siempre fundadas en datos de realidad, por acosos y violencias ficticias fruto de la imaginación y del despecho en muchos casos (no todos claro). 
Pareciera que el hombre estuviera condenado al estereotipo del macho desleal, frío e infiel y casi ausente en la vida y crianza de sus hijos, mero proveedor de los bienes  materiales,  despojado de cualquier sentimiento de afecto o apego hacia esos hijos con los que debe dejar de convivir y cuya proximidad le es vedada.  La imaginación popular rara vez contempla al padre herido y despojado por el divorcio y por una sociedad que piensa en el carácter biológico y “natural” del amor materno y que sostiene el concepto de “la construcción social de la paternidad” como verdades absolutas y sin excepción.
Algunos escritores de nota, han incluído en sus novelas, con dolor, alegría y pesar el dominio que sus padres ejercieron sobre ellos.
 En “Cartas al Padre” de Franz Kafka, aparecen con dureza, el reproche, las acusaciones, y la venganza verbal  contra el padre, ahora que el autor se encuentra en condiciones de tomar la palabra, que antes no pudo por temor a un progenitor severo y vertical.
"Me preguntaste una vez por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo, y en parte porque en los fundamentos de ese miedo entran demasiados detalles como para que pueda mantenerlos reunidos en el curso de una conversación." (...)
"Si comenzaba a hacer algo que no fuera de tu gusto y tú me amenazabas con el fracaso, el respeto por tu opinión era tan grande en mí, que el fracaso, aunque fuese mucho más tarde, era irremediable. Perdí la confianza en mis actos. Yo era inconstante, indeciso. A medida que fui creciendo aumentó el material que podías señalar como testimonio de mi inutilidad; poco a poco, en ciertos aspectos, comenzaste a tener razón."

Mario Vargas Llosa en “El pez en el agua”, también habla de un padre autoritario pero a diferencia de Kafka no se somete a él , sino que se rebela permanentemente. El padre de Vargas Llosa, quien abandonó a su mujer cuando tenía cinco meses de embarazo, sin decirle una palabra, y quien al cabo de diez años apareció de la nada y quiso volver a tomar posesión de sus dominios matrimoniales, es descripto por el autor como una pesadilla traumática: temido por su esposa y odiado por su hijo. Sin mayores vínculos con el medio que lo vio nacer, termina emigrando a los Estados Unidos y muriendo siendo el portero de un edificio en Pasadena.
Jorge Luis Borges en su texto “Posesión del ayer” evoca la figura del padre de modo opuesto, con cariño y gratitud , dando especial valor a lo que el considera como herencia en su propia vida , elecciones y gestos y dice:

"Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos".

En “Patrimonio” del estadounidense Philip Roth, se analiza la enfermedad y el adiós a los padres enfermos, en sus últimos días de vida.  La crítica ha dicho de esta novela que nos encontramos con un libro sobre la vida que habla sobre la muerte.
“Estar a solas, también me permitía experimentar a fondo mis sentimientos, sin tener que parapetarme tras una apariencia de virilidad, de madurez o de filosofía. Así, cuando me apetecía llorar, lloraba, y nunca me vinieron más ganas de hacerlo que en el momento de extraer del sobre las imágenes del cerebro de mi padre; y no porque supiera identificar fácilmente el tumor que lo invadía, sino sencillamente porque era su cerebro, el cerebro de mi padre, el que lo llevaba a pensar del modo franco y abierto en que pensaba, a hablar con la energía que hablaba, a tomar las decisiones del modo impulsivo en que las tomaba. Ése era el tejido en el que se había fabricado sus interminables cuitas y que llevaba más de ocho decenios poniendo base a su testaruda autodisciplina, el origen de todo lo que me tuvo frustrado, como hijo suyo, durante la adolescencia, la cosa que rigió nuestro destinos mientras el poseyó todo el poder y pudo determinar nuestras intenciones y ahora ese cerebro se veía comprimido y desplazado y se iba a ver destruido por "una gran masa tumoral localizada en la región....l."

En Tiempo de Vida” del español  Marcos Giralt Torrente (nieto del escritor Gonzalo Torrente Ballester e hijo del pintor Juan Giralt) un hijo reconstruye el alejamiento del padre, divorciado de su madre en la infancia, con la amiga que conoció en Brasil por medio, y un reconocimiento mutuo que culmina en la convivencia durante el último año de vida del padre enfermo de cáncer. El mérito de Giralt Torrente, es  evitar tanto el sentimentalismo como el ajuste de cuentas: Asi dice casi al principio de la novela:
"… el hecho de que conserve esos recuerdos, y ninguno de insatisfacción ni de infelicidad, me lleva a pensar que aún no era el problema que luego se convirtió para mí. O bien mi madre logró cubrir sus ausencias tamizándolas de una convincente pátina de normalidad, o bien yo, inconscientemente, las compensaba otorgándole un papel indiscutible a mi lado" (Página 22).

En “La Mortaja” del español Miguel Delibes  Un niño, huérfano de madre, descubre el cuerpo desnudo de su padre, que acaba de morir. La muerte del padre transforma al niño en el hijo fuerte y valiente que, durante su vida, tanto ha deseado el padre La ironía estriba no sólo en el hecho de que tal transformación ocurre demasiado tarde para reparar la ruptura entre padre e hijo sino precisamente en la conciencia del lector de que dicha transformación no podría haberse producido sin la muerte del padre Sólo en un momento se siente dispuesto a llorar:al notar en los ojos de su padre «todo el espanto de la muerte»
(92). Entonces «el niño, por primera vez en la noche, experimentó unos atropellado deseos de llorar» (92). Se da cuenta de que su padre, él mismo, el hombre fuerte y frío, hatenido un momento de miedo. Si el amor paternal muere el díaen que el niño deja ver el miedo suyo, el amor filial renace ahora, al reconocer el espanto de su padre. El miedo que antes los separa ahora los reúne, pero demasiado tarde. Y aunque con ganas de llorar no lo hace «….por no aumentar su daño, aunque
le empujaba a hacerlo la conciencia de que no podía aliviarlo» (92).

El norteamericano Paul Auster en “La invención de la soledad”  y el colombiano Héctor Abad Fasciolince en “El olvido que seremos” abordan el tema del trauma y la pérdida siguiendo la agonía de sus padres y se despiden de ellos haciendo el balance de lo que han significado en su vida.  Un hecho traumático que ellos tratan de ,entender, de curar y de sanar.
Auster lo hace con palabras sentidas no exentas de una mirada ligeramente crítica:
Él nunca hablaba de sí mismo, nunca parecía que hubiera nada de lo cual pudiera hablar. Era como si su vida interior lo eludiera incluso a él.
No podía hablar de ello y por lo tanto se refugiaba en el silencio.
Y si no hay nada más que silencio, ¿no será presuntuoso que hable yo? Sin embargo, si hubiera habido algo más que silencio, ¿acaso habría sentido la necesidad de hablar?
….. Era de una neutralidad tan implacable, su conducta era tan absolutamente predecible, que todo lo que hacía resultaba sorprendente. Uno no podía creer que existiera un hombre así, sin sentimientos, que esperara tan poco de los demás. Pero si no existía ese hombre, entonces había otro, un individuo oculto tras aquel que no estaba allí, y el asunto es encontrarlo. Siempre y cuando esté ahí para que uno lo encuentre."

En la hermosa obra de Fasciolince,  la figura del padre, gran médico sanitarista y profesor universitario, asesinado por un sicario es más que nada una forma de que se sepa la injusticia, aunque esta quede impunse:
[...] es posible que todo esto no sirva de nada; ninguna palabra podrá resucitarlo, la historia de su vida y de su muerte no le dará nuevo aliento a sus huesos, no va a recuperar sus carcajadas, ni su inmenso valor, ni e habla convincente y vigorosa, pero de todas formas yo necesito contarla.
Sus asesinos siguen libres, cada día son más y más poderosos, y mis manos no pueden combatirlos. Solamente mis dedos, hundiendo una tecla tras otra, pueden decir la verdad y declarar la injusticia. Uso su misma arma:las palabras. ¿Para qué? Para nada; o para lo más simple y esencial: para que se sepa. Para alargar su recuerdo un poco más, antes de que llegue el olvido definitivo (Abad, 2006: 255)

En “Mi oído en su corazón” del británico de padres pakistaníes, Hanif Kureishi y en “Missing” del chileno Alberto Fuguet, se observa el abandono y la sustitución y que la reconciliación con la imagen del padre no es del todo suficiente.  Un padre que no llega a cumplir su rol como tal, solo puede perdonarse a través de sus escritos.
En la obra del Kureishi su agente literario le entrega un día el manuscrito de una novela que había permanecido por años en sus archivos y que su autor, el padre de Kureishi,  jamás había conseguido publicar.  El padre del autor había pasado la vida escribiendo, día tras día, sin conseguir publicar jamás.  Hanif decide leer la novela autobiográfica de su padre para saber quién era este y saber también quién es él. . La lectura le permite rastrear y reconstruir la novela familiar .y desvelar el nudo de deseos entre él y su padre, quien finalmente encontrará un lugar en la literatura como personaje del libro que escribe su hijo.
En toda la novela da vueltas el personaje del padre y se pone en evidencia la tensión entre dos generaciones que no se entienden ni se conocen.  El padre critica en exceso los logros del hijo como escritor , mientras que el hijo se siente culpable por el éxito que rehuye a su padre.

El mexicano Gonzalo Celorio en “Y retiemble en su centro la tierra“ repasa los últimos años de su padre y encuentra en ellos muchas razones para explicarse quién es él mismo hoy en día. La historia del padre también aparece como un refuerzo de su identidad:

El crítico literario argentino Alberto Giordano, en “Una posibilidad de vida. Escrituras íntimas”, recuerda (mientras piensa capítulo tras capítulo la forma en que los autores construyen sus autobiografías): allí aparece la imagen que mejor recuerda de su padre, dándole la bienvenida.

"Una tarde muy triste, para consolarme, y también para disculparme por haber tenido que dejarlo solo en la clínica en la que estaba internado, traté de recordar y escribir la imagen de papá que me parecía más feliz, la que mi memoria podía ofrecer como prueba de qué, al fin de cuentas, nos quisimos y compartimos, del modo equívoco en que pueden compartir algo de sus vidas un padre y un hijo, momentos dichosos. En una de las mesas del bar del aeropuerto de Córdoba, mientras esperaba el avión que me devolvería a Rosario, sobre unas servilletas que después guardé dentro de un libro y al final perdí, escribí que si alguien me preguntaba en ese momento cuál era la imagen de papá que más me gustaba recordar mi respuesta inmediata habría sido: la imagen de papá esperándome en la plataforma de llegada de una estación de ómnibus, o mejor, la imagen de papá en el momento en que me reconoce entre los pasajeros que descienden. Puede ser en Buenos Aires o en Córdoba, en Tucumán, incluso en Rufino, el ómnibus ya se detuvo y desde la fila de los ansiosos que apuramos la llegada descubro a papá entre los que esperan. Todavía no me ve y está alerta, en una anticipación de todo el cuerpo que se prepara para la alegría de los besos y los abrazos. Ahora sí, me descubre, y viene a mi encuentro. Se mueve con una mezcla de dureza y plasticidad que, sin proponérselo, resulta elegante, como si en el presente del cariño algo del pudor y la timidez originarios se ablandara con la visión de la llegada del hijo. Sonríe, con entusiasmo, con generosidad, y la cara, que ya era encantadora en la espera, ahora resplandece. Aquí no hay dudas, la fuerza de esta imagen suspende la cantinela familiar de los olvidos y los resentimientos. Acabo de llegar y, sin decir nada y sin saberlo, papá me da lo mejor que un padre le puede dar a un hijo: la certidumbre de que es bienvenido."

LA FIGURA PATERNA EN EL CINE COMERCIAL.          
El cine ha mostrado diversas figuras de padres y en particular padres expuestos a las consecuencias del divorcio  y a otras contingencias dramáticas.
En Kramer vs Kramer, (Robert Benton ,1979), un abogado adicto al trabajo se convierte en padre “full time” cuando su mujer repentinamente lo abandona a él y a su pequeño hijo.  El film documenta el impacto del divorcio en una familia de tres personas y la destacable transcisión del protagonista, de padre incompetente a padre capacitado y devoto.  En el juicio por la tenencia del niño que luego promueve la madre, se observa quizàs por primera vez en la cultura popular un cuestionamiento a la presunción de que un niño es mejor criado por la madre que por el padre.
En Mrs Doubfire (Papá por siempre, Chris Colombus, 1993) :el protagonista un actor que dobla voces infantiles en las películas y padre de tres hijos a los que adora, hará lo que sea por sus hijos , pero no tiene la menor idea de cómo comportarse como un adulto, Cuando su esposa y madre de sus hijos lo demanda por divorcio y echa de la casa, se da cuenta que la única  manera de mantener una relación con sus hijos es crecer.  Y dispuesto a todo para que no lo aparten de los niños, no vacila en tragarse su orgullo y sacrificar su dignidad sometiéndose a una completa transformación física apara asumir el role de una exéntrica y anciana institutriz inglesa que ayuda a la familia a conducirse en esa nueva etapa en sus vidas,
En “I am Sam ( Mi nombre es Sam” Jessy Nelson, 2001) se da cuenta de una de las mas amorosas relaciones entre un padre y un hijo en el cine.  El protagonista un hombre con un deficit en su desarrollo cognitivo, se ocupa de la crianza de su hija de siete años luego de ser abandonado por la madre de esta.No obstante el gran amor que siente por su hija , se le quita su tenencia cuando la niña imula un retraso en su progreso en la escuela para no herir a su padre:. El film describe muy bien el lazo inagotable del vinculo entre padre e hia y la devoción absoluta entre ellos

En “Definitivamente, Quizás”  (Alam Brooks, 2008) se describe un divorcio sumamente amargo y el daño que ello produce en la hija del protagonista.  La niña interroga al padre sobre las parejas que ha tenido antes de conocer a su madre y en el curso del relato en el que de algún modo explica a la menor su divorcio se produce un acercamiento entre padre e hija  que asi llegan a conocerse realmente.
En "Gente como uno” (Ordinary people, Robert Redford , 1980)) , la muerte accidental del hijo mayor de una familia acaudalada , deteriora las relaciones entre una madre tremendamente amargada por la muerte de ese hijo, un padre más equilibrado y un hijo cargado de culpas.  Lo novedoso de la resolución del conflicto es que el padre elige quedarse con el hijo que ha sobrevivido pero que padece de tendencias suicidas y la madre abandona el hogar, incapaz de perdonar.
En “La separación”, del iraní Asghar Farhadi (2011) un matrimonio se enfrenta a una difícil situación: mejorar las oportunidades de vida de su hija emigrando de Irán a otro país, o permanecer en el país para que el hombre pueda hacerse cargo del cuidado de su propio padre, cuya salud se ha deteriorado a raíz de la enfermedad de Alzheimer.   El matrimonio se disuelve al chocar frontalmente el deber de un hijo para con su padre enfermo, y los esfuerzos de la madre para dar a su hija la vida que ella no tuvo, aunque sea en el exterior.
Conclusiones:    Es evidente que la importancia de figura del padre ha sido desconocida por las ciencias sociales, y contemplada  desde distintos y pocos puntos de vista por la literatura y los medios de comunicación masivos.
Sin embargo hay algunas verdades que no se pueden ocultar sobre los padres:
·      Son figuras centrales en el desarrollo de los hijos.

·       El amor, el cuidado y el apoyo económico y moral de los padres es beneficioso para la formación de los menores.

·       La participación del padre en la vida de los hijos es importante para su desarrollo y equilibrio psicológico.

·       La interacción con el padre es tan importante como la interacción con la madre para el desarrollo de los hijos.

·       El padre ausente emocional o funcionalmente resulta perjudicial para la formación de los hijos.

Ahora la transcripción del material preparado por Ana Clara Pérez Cotten que transcribe la experiencia de tres padres tras su separación.

Sociedad | Cambio de roles
La paternidad después del divorcio
Tres hombres cuentan sus experiencias luego de la separación y explican cómo ser padres activos, aún sin vivir bajo el mismo techo.
Por Ana Clara Pérez Cotten
Daniel Guebel.
Escritor y periodista.
Me derrumbo. Me derrumbo. Me derrumbo. Copiaría y pegaría la frase eternamente pero no soporto esa facilidad. Una posición cómoda: el sufrimiento injustificado. Claro que mi mujer acaba de abandonarme. (...) Querría otra cosa, seguro que sí. Pero no sé cómo hacer. El fracaso despliega sus alas gigantescas sobre todos los rincones de mi vida. Oscuro, oscuro. Ser para llorar.
Durante años nadie pudo decir que hubiese visto desprenderse una sola lágrima de mis ojos. Ahora mi hija me dice: “Papá, voy a vivir con mami y te voy a extrañar mucho y voy a venir a visitarte”. Y yo me encierro en el cuarto y oculto la cara entre las manos. Falta un día para fin de año (pasaron cinco entre una y otra fase) y hoy es la última noche que Ana duerme en casa.
Salimos a cenar a lo de unos conocidos. Ella está hermosa y contenta de usar su vestido de gasa; ríe y juega con sus amiguitos y cada tanto se sienta sobre mis piernas y me dice: “Papá te amo”. Después, en el taxi de regreso se durmió en mis brazos y cuando la cargué para bajarla sus dedos no soltaban un juego de ladrillos azul. No pude cambiarle la ropa y a la madrugada mojó su vestido blanco y las sábanas rosadas. Todavía no cumplió cuatro años y ya es 31 de diciembre y no va a vivir más conmigo. Vendrá sólo a visitarme.
A la mañana fuimos a una juguetería a comprar un salvavidas para cuando venga y se meta en la pileta de lona, y un cubre colchón, por si sigue mojando la cama, y una caja con veinticuatro marcadores de colores porque quería dibujar un arcoirirs. “Nadie me enseñó a dibujar un arcoirirs, papá.” Yo le enseñé y ella separó los marcadores en colores para hombres y para mujeres. Los colores claros eran colores de mujer, y además del pasto verde y el sol amarillo dibujé estrellitas negras.
Estuve una hora, dos horas, esperando que la madre pasara a buscarla y se fueran. Quería quedarme solo, terminar de una vez. Mi hija me pedía lo de siempre, un cuento con animales, que sea largo y que termina mal para todos. A medida que se iba acercando el momento en que Paula vendría, mi voz enronquecía, yo quería apartarme y no hablar. Al mismo tiempo, pensaba que recién iba a recuperar a mi hija, tenerla de verdad, cuando dejara mi casa. Mi hija siempre fue preciosa para mí. Desde que nació, el sinsentido del mundo se condensó hasta convertirse en un punto insignificante, y lo único que tuvo consistencia del ser, el brillo y la dimensión de lo existente, fue su presencia. Pero al mismo tiempo su realidad cotidiana se volvió un obstáculo para que la adoración que siento por ella se convirtiera en una totalidad suprema. Las veces que me enojé y le grité porque se portaba mal, las veces que le pegué...
Paula acaba de llevársela. En la despedida, yo le di un beso a Paula y Ana dijo: “Si se dan besos de novios yo no me puedo ir”. La madre le dijo: “Son besos de amigos” y después se volvió hacia mí y dijo: “Nunca vio que nos diéramos besos de novios”. Y se fueron de la mano. Yo me quedé en la puerta viéndolas irse y conteniendo las lágrimas. Ana llegó hasta la esquina y se dio vuelta y me saludó, me tiró un beso, sopló en el aire y después se volvió hasta su futuro.
Estoy solo y tengo que sobrevivir. Entro en mi casa, me tiembla la mandíbula. Empiezo a llorar, quiero gritar pero que no me escuchen los vecinos. Abrazo la pared, de golpe el dolor desaparece. Mi hija y mi ex mujer se borran en el aire. Siempre estuve sólo, no hay nada, nunca hubo nada. Ese cuerpito frágil y alegre diciéndome adiós. Mi hija tiende el puente de plata con la vida. Tengo que ir a comprar cosas: la casa no debe estar vacía cuando ella venga a visitarme”. Fragmento de su novela “Derrumbe”. (Mondadori).
Sergio Sinay.
Escritor y periodista.
La paternidad, en su sentido más profundo y trascendente, no se define desde la biología ni desde el estado civil. No basta con procrear para ser padre (o madre). Y la condición de separado o divorciado no hace a un padre menos padre. La paternidad, como la maternidad, es una función que se define por su ejercicio, por sus contenidos. Las funciones del padre incluyen la de agente socializador de sus hijos, la de instrumentarlos para salir al mundo, la de guiarlos en experiencias iniciáticas, la de transmitir, a través de su conducta, valores esenciales para la convivencia y el desempeño en el universo externo y la de ponerlos en contacto vivencial con manifestaciones de la emocionalidad masculina.
Intencionalmente no he mencionado las funciones de proveedor material o de protector físico, a las que nuestra cultura redujo durante mucho tiempo, pobre y tristemente, el papel del padre. A tal punto este mandato impregnó a generaciones enteras de varones y mujeres, que aun hoy, más allá de discursos psicológicamente evolucionistas o de posturas progresistas en el discurso (aunque no tanto en las conductas) estos atributos siguen apareciendo ante el padre varón como exigencias ineludibles. Pero lo cierto es que un padre cumplirá sus funciones si se conecta con todas las áreas que mencioné anteriormente y si se compromete de hecho con ellas.
Sin ese cumplimiento, la paternidad (como la maternidad cuando sus funciones específicas están desatendidas) será un simple acto o accidente biológico. Por lo demás, un padre puede separarse de la madre de sus hijos, sin divorciarse de ellos. El ejercicio de la paternidad (como el de la maternidad) en su sentido esencial requiere de conciencia y voluntad. Es un ejercicio de responsabilidad, no en el sentido de carga u obligación, sino en el de elección y capacidad de respuesta ante los efectos de esa elección. Hay divorcios más difíciles y otros más fáciles. En algunos los hijos se convierten en proyectiles de una batalla entre sus padres o en botines de sucesivas rapiñas emocionales con las que éstos procuran dañarse. Y hay separaciones en donde los ex cónyuges no olvidan que fueron responsables en la creación de la vida de sus hijos y responden pensando ante todo en lo mejor para los chicos. En los primeros casos, los padres varones suelen apartarse (por propia voluntad o por manipulación materna) de sus hijos. En los segundos ejemplos, encuentran nuevos y nutricios modos de continuar presentes (y funcionales) en la vida de ellos.
En ambas situaciones conviene recordar dos cosas: La paternidad es una construcción, adquiere significado a través de acciones y de presencia, va más allá de enunciados y de comprobaciones biológicas. Todos los hijos son elegidos (“descuidarse” es una forma de elegir) y su presencia es una pregunta personal y dirigida que sólo el padre (y la madre) pueden responder.
Un padre separado, entonces, no es menos padre y su situación puede ser el puntapié para convertir su paternidad en un ejercicio activo, conciente y responsable porque a veces, cuando está asegurada la rutina de vivir bajo el mismo techo, esto no ocurre. Vivirlo así es, casi, una decisión moral.
Julio Trucco.
Fundador de la Asociación de Nuevos Padres.
En 1987 me divorcié siendo padre de dos hijos de dos y tres años. A partir de ese momento tuve la oportunidad de experimentar cómo es ser un padre separado. Hay mil preparativos para casarse pero para separarse, ninguno. Quise seguir criando a mis hijos, no me conformaba con sólo visitarlos. Pretendí pasar tiempo con ellos, no sólo “tiempo de calidad” sino cantidad de horas. Decidí ocuparme de sus necesidades y además, pagar alimentos. Pero como cualquier persona que va en contra de las costumbres de la época, sufrí los rigores de una sociedad y de una jurisprudencia sexista. En ese momento, el estereotipo masculino era el del padre proveedor y la madre cuidadora y oponerse era ir en contra de lo establecido. El litigio judicial incluyó cientos de horas de audiencias, entrevistas, testimoniales, denuncias, ejecuciones sumarias y embargos.
En 1995 escribí una carta de lectores al diario Clarín en la que contaba mi experiencia. A los pocos días, muchos padres que se sentían identificados con mi situación se pusieron en contacto conmigo. Una tarde nos reunimos casi doscientas personas con la misma problemática. Nos organizamos y fundamos ANUPA (Asociación de Nuevos Padres). No nos conocíamos, teníamos distintas posiciones económicas y niveles culturales, pero no necesitábamos abundar en detalles para entendernos.
Nos preguntábamos: ¿Cuántos niños pierden la cotidianeidad de un vínculo tan importante en detrimento de su propia psiquis? ¿Por qué el rol del padre después del divorcio es objeto de la manipulación de letrados, funcionarios judiciales, ex cónyuges y de la prensa?
Hoy, a veinte años de mi separación, veo que cada vez son más los padres que quieren participar activamente en la crianza de sus hijos. Los medios también muestran un nuevo prototipo de padre, más tierno, cariñoso y afectivo. Los modelos anteriores, en cambio, auspiciaban figuras tradicionales de "jefes de familia" distantes. Los nuevos arquetipos de padre luchan por sus hijos, se preocupan por ellos, marchan con sus bebés sujetos al pecho o se levantan por la noche para atenderlos. Los cambios en los roles son fácticos, resta que las leyes y la jurisprudencia de familia reflejen los cambios que ya se dan en la realidad.
Creo que la tenencia compartida tiene algunas desventajas. Muchos padres divorciados acuerdan compartir la crianza de sus hijos, pero su verdadera aspiración es obtener una tenencia monoparental. Quieren que el menor elija a uno y descarte al otro. Esta situación provoca que traten a su hijo como un verdadero “niño divino”. Y con ese objetivo en la mira, cualquier seducción es insuficiente. No lo castigan cuando corresponde por miedo a perder terreno ante el otro.
Desde ANUPA difundimos la opción de la tenencia compartida de los hijos como una opción más después de la separación de los padres. Consideramos que una opción tan importante como compartir la crianza de los hijos del divorcio, no puede estar fuera de la letra de la ley.
Consejos para padres divorciados
1) No divorciarse de los hijos.
Distanciarse de la madre no implica separarse de los hijos. La condición de divorciado no hace a un padre menos padre. La paternidad es una función que se define en su ejercicio.
2) El nuevo papá.
El modelo de paternidad tradicional auspiciaba padres distantes, poco dados a las caricias y los juegos. Los nuevos arquetipos luchan por sus hijos, cambian a los bebés y se levantan para atenderlos.
3) El papá multifunción.
Trascender el rol de proveedor material y cumplir otras funciones como guiar, transmitir valores para el desempeño en el universo externo y vincular a los chicos con la emocionalidad masculina.
4) Cantidad y calidad.
Es importante que un padre pase tiempo con sus hijos. El concepto “tiempo de calidad” es engañoso porque un vínculo sólido se construye cuando ambos comparten los detalles de la vida cotidiana.
5) Otra oportunidad.
La separación puede ser el puntapié para convertir la paternidad en un ejercicio activo y responsable. A veces, la rutina de vivir en la misma casa, afecta el papel del hombre en la crianza de los hijos.
6) No pedir permiso.
Muchos hombres esperan que las madres habiliten su rol cuando en realidad deberían asumirlo sin pedir permiso. La paternidad es un derecho que se adquiere cuando nace un hijo.
7) Dejar de ser hijo.
Cuando un hombre se convierte en padre, abandona el rol de hijo y se conecta con otros aspectos de la masculinidad. Un adulto sabe asumir su responsabilidad y dar protección y apoyo emocional.
8) Poner límites.
Un padre debe poner límites, establecer normas y códigos y orientar. La separación no debería convertir a un papá en un seductor de sus hijos con la mirada más alerta en el divorcio que en su rol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario