En las ciencias sociales han
faltado hasta hace muy poco, estudios sobre la figura del padre. Aún hay muchos puntos oscuros sobre su papel
en la vida de la familia y su influencia
en el desarrollo de los hijos. Solemos
hablar de la familia nuclear o sea la formada por padre, madre e hijos como si
fuera el único modelo que existe y la
figura de la madre es la que prevalece como agente socializador de la familia,
postergándose en esas investigaciones a otros agentes socializadores
importantes en el grupo familiar como son los padres y hermanos. Recientemente
el enfoque ha ido dirigido al estudio de las figuras denominadas subsidiarias o alternativas de
cuidado.
En las familias en las que el padre está presente, este puede ser
el agente central y desempeñar un rol muy trascendente en la vida de la familia
y en el desarrollo tanto social como psicológico de los hijos. Sin embargo
parece ser otra la realidad de las estadísticas.
Puede
comprobarse, en tal sentido, la reducida participación paterna, particularmente
en estos tiempos en casos de separación. La gran mayoría de
los padres sin custodia mantienen un contacto mínimo con sus hijos Así se estima que 3 de cada 5 niños de padres
separados no han visto a su padre en un año,. 4 de cada 5, nunca ha pernoctado casa
del padre y solamente uno de cada 6 ha mantenido un contacto regular con su
padre biológico.
Sin
embargo, se ha observado en las últimas décadas una mayor involucración paterna
en el desarrollo de los hijos, debido
entre otros factores, a una mejor calidad educativa de la mujer y a su mayor
participación en la fuerza del trabajo. También se verifica una modificación en
la división de las tareas por parte de las parejas, cambios en la estructura de
las familias y un interés mayor de los padres en el desarrollo y educación de
sus hijos.
Esta
probado un cambio importante en el rol del padre respecto de la crianza de sus
hijos
La familia nuclear ha dejado de
ser tan prevaleciente como en el pasado, dando lugar a nuevas formas de
conformación de las familias, mas allá de la tradicional conformada por padre y
madre, en el cual las madres son amas de casa de tiempo completo y las
encargadas del cuidado de los hijos, mientras que los padres se dedican
principalmente a ser los proveedores de bienes económicos con una participación
reducida en el cuidado de la prole. Esas
nuevas estructuras familiares son los de las familias separadas, divorciadas,
familias uni-parentales, y familias reconstituidas.
Esta situación ha llevado a un cambio en los papeles y actividades
desarrolladas por las madres y los padres dentro de la familia y a un cambio en
el tipo de influencia que ejercen cada uno de los padres en la crianza y
desarrollo de sus hijos
La escasez y relativa modernidad de los estudios en las ciencias
sociales, se completa con una casi ausencia de representación y visibilidad de
la figura del padre en otras actividades humanas entres ellas la literatura y
otras formas de ficción popular.
LA FIGURA DEL PADRE EN LA LITERATURA.
La
literatura universal, tiene innumerables y merecidos textos reivindicativos del
papel de la madre, de la figura de la mujer madre, frente a las adversidades de
la vida, las desventajas de su género en una sociedad patriarcal, la violencia
de la que suelen ser víctimas, y sobre su
abnegación, sacrificio y amor incondicional hacia sus hijos. La novela, el teleteatro, y antes el
radioteatro, el cine desde sus orígenes no sonoros y el teatro popular tienen
muchísimos ejemplos, en el que se combinan la explotación y el melodrama, el
abuso y la miseria, el abandono y la infidelidad. Muchas de esas calamidades se
agudizan en esas obras de ficción (y en la realidad) con el divorcio o la
separación conyugal o de la pareja.
No ocurre
lo mismo con la figura del padre, el hombre de la relación, que es muchas veces
el derrotado en la puja con su ex pareja por la tenencia de sus hijos, y hasta a
veces forzado a mantener distancias de lo que fuera el hogar conyugal y de esos
hijos, en virtud de denuncias no siempre
fundadas en datos de realidad, por acosos y violencias ficticias fruto de la
imaginación y del despecho en muchos casos (no todos claro).
Pareciera
que el hombre estuviera condenado al estereotipo del macho desleal, frío e
infiel y casi ausente en la vida y crianza de sus hijos, mero proveedor de los
bienes materiales, despojado de cualquier sentimiento de afecto o
apego hacia esos hijos con los que debe dejar de convivir y cuya proximidad le
es vedada. La imaginación popular rara
vez contempla al padre herido y despojado por el divorcio y por una sociedad
que piensa en el carácter biológico y “natural” del amor materno y que sostiene
el concepto de “la construcción social de la paternidad” como verdades
absolutas y sin excepción.
Algunos
escritores de nota, han incluído en sus novelas, con dolor, alegría y pesar el
dominio que sus padres ejercieron sobre ellos.
En
“Cartas al Padre” de Franz Kafka, aparecen con dureza, el reproche, las
acusaciones, y la venganza verbal contra
el padre, ahora que el autor se encuentra en condiciones de tomar la palabra,
que antes no pudo por temor a un progenitor severo y vertical.
"Me preguntaste una
vez por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué
contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo, y en parte porque en
los fundamentos de ese miedo entran demasiados detalles como para que pueda
mantenerlos reunidos en el curso de una conversación." (...)
"Si
comenzaba a hacer algo que no fuera de tu gusto y tú me amenazabas con el
fracaso, el respeto por tu opinión era tan grande en mí, que el fracaso, aunque
fuese mucho más tarde, era irremediable. Perdí la confianza en mis actos. Yo
era inconstante, indeciso. A medida que fui creciendo aumentó el material que
podías señalar como testimonio de mi inutilidad; poco a poco, en ciertos
aspectos, comenzaste a tener razón."
Mario Vargas Llosa en “El pez en el agua”, también habla de un padre autoritario pero a diferencia de
Kafka no se somete a él , sino que se rebela permanentemente. El padre de Vargas Llosa, quien
abandonó a su mujer cuando tenía cinco meses de embarazo, sin decirle una
palabra, y quien al cabo de diez años apareció de la nada y quiso volver a
tomar posesión de sus dominios matrimoniales, es descripto por el autor como
una pesadilla traumática: temido por su esposa y odiado por su hijo. Sin
mayores vínculos con el medio que lo vio nacer, termina emigrando a los Estados
Unidos y muriendo siendo el portero de un edificio en Pasadena.
Jorge Luis Borges en su texto “Posesión del ayer” evoca la figura del padre de modo opuesto, con cariño y
gratitud , dando especial valor a lo que el considera como herencia en su
propia vida , elecciones y gestos y dice:
"Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos".
En “Patrimonio” del
estadounidense Philip Roth, se analiza la enfermedad y el adiós a los
padres enfermos, en sus últimos días de vida.
La crítica ha dicho de esta novela que nos encontramos con un libro
sobre la vida que habla sobre la muerte.
“Estar a
solas, también me permitía experimentar a fondo mis sentimientos, sin tener que
parapetarme tras una apariencia de virilidad, de madurez o de filosofía. Así,
cuando me apetecía llorar, lloraba, y nunca me vinieron más ganas de hacerlo
que en el momento de extraer del sobre las imágenes del cerebro de mi padre; y
no porque supiera identificar fácilmente el tumor que lo invadía, sino
sencillamente porque era su cerebro, el cerebro de mi padre, el que lo llevaba
a pensar del modo franco y abierto en que pensaba, a hablar con la energía que
hablaba, a tomar las decisiones del modo impulsivo en que las tomaba. Ése era
el tejido en el que se había fabricado sus interminables cuitas y que llevaba
más de ocho decenios poniendo base a su testaruda autodisciplina, el origen de
todo lo que me tuvo frustrado, como hijo suyo, durante la adolescencia, la cosa
que rigió nuestro destinos mientras el poseyó todo el poder y pudo determinar
nuestras intenciones y ahora ese cerebro se veía comprimido y desplazado y se
iba a ver destruido por "una gran masa tumoral localizada en la
región....l."
En Tiempo de Vida” del español Marcos Giralt Torrente (nieto del escritor Gonzalo Torrente Ballester e hijo del pintor Juan Giralt) un hijo reconstruye el alejamiento del padre, divorciado de su madre en la infancia, con la amiga que conoció en Brasil por medio, y un reconocimiento mutuo que culmina en la convivencia durante el último año de vida del padre enfermo de cáncer. El mérito de Giralt Torrente, es evitar tanto el sentimentalismo como el ajuste de cuentas: Asi dice casi al principio de la novela:
"… el hecho de que conserve esos recuerdos, y ninguno de
insatisfacción ni de infelicidad, me lleva a pensar que aún no era el problema
que luego se convirtió para mí. O bien mi madre logró cubrir sus ausencias
tamizándolas de una convincente pátina de normalidad, o bien yo,
inconscientemente, las compensaba otorgándole un papel indiscutible a mi
lado" (Página 22).
En “La Mortaja” del español Miguel Delibes Un niño, huérfano de
madre, descubre el cuerpo desnudo de su padre, que acaba de morir. La muerte
del padre transforma al niño en el hijo fuerte y valiente que, durante su vida,
tanto ha deseado el padre La ironía estriba no sólo en el hecho de que tal
transformación ocurre demasiado tarde para reparar la ruptura entre padre e
hijo sino precisamente en la conciencia del lector de que dicha transformación
no podría haberse producido sin la muerte del padre Sólo en un momento se
siente dispuesto a llorar:al notar en los ojos de su padre «todo
el espanto de la muerte»
(92). Entonces «el niño, por primera vez
en la noche, experimentó unos atropellado deseos de llorar» (92).
Se da cuenta de que su padre, él mismo, el hombre fuerte y frío, hatenido un
momento de miedo. Si el amor paternal muere el díaen que el niño deja ver el
miedo suyo, el amor filial renace ahora, al reconocer el espanto de su padre.
El miedo que antes los separa ahora los reúne, pero demasiado tarde. Y aunque
con ganas de llorar no lo hace «….por no aumentar su daño,
aunque
le empujaba a hacerlo la
conciencia de que no podía aliviarlo» (92).
El norteamericano Paul
Auster en “La invención de la soledad” y el colombiano Héctor Abad Fasciolince en “El olvido que seremos” abordan el tema
del trauma y la pérdida siguiendo la agonía de sus padres y se despiden de ellos
haciendo el balance de lo que han significado en su vida. Un hecho traumático que ellos tratan de ,entender,
de curar y de sanar.
Auster lo hace con palabras sentidas no exentas de una mirada
ligeramente crítica:
Él nunca hablaba de sí
mismo, nunca parecía que hubiera nada de lo cual pudiera hablar. Era como si su
vida interior lo eludiera incluso a él.
No podía hablar de ello y por lo tanto se refugiaba en el silencio.
Y si no hay nada más que silencio, ¿no será presuntuoso que hable yo? Sin embargo, si hubiera habido algo más que silencio, ¿acaso habría sentido la necesidad de hablar?
No podía hablar de ello y por lo tanto se refugiaba en el silencio.
Y si no hay nada más que silencio, ¿no será presuntuoso que hable yo? Sin embargo, si hubiera habido algo más que silencio, ¿acaso habría sentido la necesidad de hablar?
….. Era de una neutralidad
tan implacable, su conducta era tan absolutamente predecible, que todo lo que
hacía resultaba sorprendente. Uno no podía creer que existiera un hombre así,
sin sentimientos, que esperara tan poco de los demás. Pero si no existía ese
hombre, entonces había otro, un individuo oculto tras aquel que no estaba allí,
y el asunto es encontrarlo. Siempre y cuando esté ahí para que uno lo
encuentre."
En la hermosa obra de Fasciolince, la figura del padre, gran médico sanitarista y
profesor universitario, asesinado por un sicario es más que nada una forma de
que se sepa la injusticia, aunque esta quede impunse:
[...] es
posible que todo esto no sirva de nada; ninguna palabra podrá resucitarlo, la
historia de su vida y de su muerte no le dará nuevo aliento a sus huesos, no va
a recuperar sus carcajadas, ni su inmenso valor, ni e habla convincente y
vigorosa, pero de todas formas yo necesito contarla.
Sus asesinos siguen
libres, cada día son más y más poderosos, y mis manos no pueden combatirlos.
Solamente mis dedos, hundiendo una tecla tras otra, pueden decir la verdad y
declarar la injusticia. Uso su misma arma:las palabras. ¿Para qué? Para nada; o
para lo más simple y esencial: para que se sepa. Para alargar su recuerdo un
poco más, antes de que llegue el olvido definitivo (Abad, 2006: 255)
En “Mi oído en su corazón” del británico de
padres pakistaníes, Hanif Kureishi y en “Missing” del chileno Alberto
Fuguet, se observa el abandono y la sustitución y que la reconciliación con
la imagen del padre no es del todo suficiente.
Un padre que no llega a cumplir su rol como tal, solo puede perdonarse a
través de sus escritos.
En la
obra del Kureishi su agente literario le entrega un día el manuscrito de una
novela que había permanecido por años en sus archivos y que su autor, el padre
de Kureishi, jamás había conseguido
publicar. El padre del autor había
pasado la vida escribiendo, día tras día, sin conseguir publicar jamás. Hanif decide leer la novela autobiográfica de su
padre para saber quién era este y saber también quién es él. . La lectura le
permite rastrear y reconstruir la novela familiar .y desvelar el nudo de deseos
entre él y su padre, quien finalmente encontrará un lugar en la literatura como
personaje del libro que escribe su hijo.
En toda
la novela da vueltas el personaje del padre y se pone en evidencia la tensión
entre dos generaciones que no se entienden ni se conocen. El padre critica en exceso los logros del
hijo como escritor , mientras que el hijo se siente culpable por el éxito que
rehuye a su padre.
El mexicano Gonzalo Celorio en “Y
retiemble en su centro la tierra“ repasa los últimos años de su padre y
encuentra en ellos muchas razones para explicarse quién es él mismo hoy en día.
La historia del padre también aparece como un refuerzo de su identidad:
El crítico literario argentino Alberto Giordano, en “Una posibilidad de vida. Escrituras íntimas”,
recuerda (mientras piensa capítulo tras capítulo la forma en que los autores
construyen sus autobiografías): allí aparece la imagen que mejor recuerda de su
padre, dándole la bienvenida.
"Una tarde muy triste, para consolarme, y también para disculparme por haber tenido que dejarlo solo en la clínica en la que estaba internado, traté de recordar y escribir la imagen de papá que me parecía más feliz, la que mi memoria podía ofrecer como prueba de qué, al fin de cuentas, nos quisimos y compartimos, del modo equívoco en que pueden compartir algo de sus vidas un padre y un hijo, momentos dichosos. En una de las mesas del bar del aeropuerto de Córdoba, mientras esperaba el avión que me devolvería a Rosario, sobre unas servilletas que después guardé dentro de un libro y al final perdí, escribí que si alguien me preguntaba en ese momento cuál era la imagen de papá que más me gustaba recordar mi respuesta inmediata habría sido: la imagen de papá esperándome en la plataforma de llegada de una estación de ómnibus, o mejor, la imagen de papá en el momento en que me reconoce entre los pasajeros que descienden. Puede ser en Buenos Aires o en Córdoba, en Tucumán, incluso en Rufino, el ómnibus ya se detuvo y desde la fila de los ansiosos que apuramos la llegada descubro a papá entre los que esperan. Todavía no me ve y está alerta, en una anticipación de todo el cuerpo que se prepara para la alegría de los besos y los abrazos. Ahora sí, me descubre, y viene a mi encuentro. Se mueve con una mezcla de dureza y plasticidad que, sin proponérselo, resulta elegante, como si en el presente del cariño algo del pudor y la timidez originarios se ablandara con la visión de la llegada del hijo. Sonríe, con entusiasmo, con generosidad, y la cara, que ya era encantadora en la espera, ahora resplandece. Aquí no hay dudas, la fuerza de esta imagen suspende la cantinela familiar de los olvidos y los resentimientos. Acabo de llegar y, sin decir nada y sin saberlo, papá me da lo mejor que un padre le puede dar a un hijo: la certidumbre de que es bienvenido."
LA FIGURA PATERNA
EN EL CINE COMERCIAL.
El cine ha mostrado diversas figuras de padres y en particular
padres expuestos a las consecuencias del divorcio y a otras contingencias dramáticas.
En Kramer vs Kramer, (Robert Benton ,1979), un abogado
adicto al trabajo se convierte en padre “full time” cuando su mujer
repentinamente lo abandona a él y a su pequeño hijo. El film documenta el impacto del divorcio en
una familia de tres personas y la destacable transcisión del protagonista, de
padre incompetente a padre capacitado y devoto.
En el juicio por la tenencia del niño que luego promueve la madre, se
observa quizàs por primera vez en la cultura popular un cuestionamiento a la
presunción de que un niño es mejor criado por la madre que por el padre.
En Mrs Doubfire (Papá por
siempre, Chris Colombus, 1993) :el protagonista un actor que dobla voces
infantiles en las películas y padre de tres hijos a los que adora, hará lo que
sea por sus hijos , pero no tiene la menor idea de cómo comportarse como un
adulto, Cuando su esposa y madre de sus hijos lo demanda por divorcio y echa de
la casa, se da cuenta que la única
manera de mantener una relación con sus hijos es crecer. Y dispuesto a todo para que no lo aparten de
los niños, no vacila en tragarse su orgullo y sacrificar su dignidad sometiéndose
a una completa transformación física apara asumir el role de una exéntrica y
anciana institutriz inglesa que ayuda a la familia a conducirse en esa nueva
etapa en sus vidas,
En “I am Sam ( Mi nombre es Sam” Jessy Nelson, 2001) se da cuenta de una
de las mas amorosas relaciones entre un padre y un hijo en el cine. El protagonista un hombre con un deficit en
su desarrollo cognitivo, se ocupa de la crianza de su hija de siete años luego
de ser abandonado por la madre de esta.No obstante el gran amor que siente por
su hija , se le quita su tenencia cuando la niña imula un retraso en su
progreso en la escuela para no herir a su padre:. El film describe muy bien el
lazo inagotable del vinculo entre padre e hia y la devoción absoluta entre
ellos
En “Definitivamente,
Quizás” (Alam Brooks, 2008) se
describe un divorcio sumamente amargo y el daño que ello produce en la hija del
protagonista. La niña interroga al padre
sobre las parejas que ha tenido antes de conocer a su madre y en el curso del
relato en el que de algún modo explica a la menor su divorcio se produce un
acercamiento entre padre e hija que asi
llegan a conocerse realmente.
En
"Gente como uno” (Ordinary people, Robert Redford , 1980)) , la
muerte accidental del hijo mayor de una familia acaudalada , deteriora las
relaciones entre una madre tremendamente amargada por la muerte de ese hijo, un
padre más equilibrado y un hijo cargado de culpas. Lo novedoso de la resolución del conflicto es
que el padre elige quedarse con el hijo que ha sobrevivido pero que padece de
tendencias suicidas y la madre abandona el hogar, incapaz de perdonar.
En “La
separación”, del iraní Asghar Farhadi (2011) un matrimonio se enfrenta a
una difícil situación: mejorar las oportunidades de vida de su hija emigrando de
Irán a otro país, o permanecer en el país para que el hombre pueda hacerse
cargo del cuidado de su propio padre, cuya salud se ha deteriorado a raíz de la
enfermedad de Alzheimer. El matrimonio
se disuelve al chocar frontalmente el deber de un hijo para con su padre
enfermo, y los esfuerzos de la madre para dar a su hija la vida que ella no
tuvo, aunque sea en el exterior.
Conclusiones: Es evidente que la
importancia de figura del padre ha sido desconocida por las ciencias sociales,
y contemplada desde distintos y pocos puntos
de vista por la literatura y los medios de comunicación masivos.
Sin embargo hay algunas verdades que no se pueden ocultar sobre
los padres:
· Son figuras centrales en el desarrollo de los hijos.
· El amor, el cuidado y el apoyo económico y moral de los padres
es beneficioso para la formación de los menores.
· La participación del padre en la vida de los hijos es importante
para su desarrollo y equilibrio psicológico.
· La interacción con el padre es tan importante como la interacción
con la madre para el desarrollo de los hijos.
· El padre ausente emocional o funcionalmente resulta perjudicial
para la formación de los hijos.
Ahora la
transcripción del material preparado por Ana Clara Pérez Cotten que transcribe
la experiencia de tres padres tras su separación.
Sociedad | Cambio de roles
La paternidad después del divorcio
Tres
hombres cuentan sus experiencias luego de la separación y explican cómo ser
padres activos, aún sin vivir bajo el mismo techo.
Por Ana Clara
Pérez Cotten
Daniel Guebel.
Escritor y periodista.
Me derrumbo. Me derrumbo. Me derrumbo. Copiaría y pegaría la frase
eternamente pero no soporto esa facilidad. Una posición cómoda: el sufrimiento
injustificado. Claro que mi mujer acaba de abandonarme. (...) Querría otra cosa,
seguro que sí. Pero no sé cómo hacer. El fracaso despliega sus alas gigantescas
sobre todos los rincones de mi vida. Oscuro, oscuro. Ser para llorar.
Durante años nadie pudo decir que hubiese visto desprenderse una sola
lágrima de mis ojos. Ahora mi hija me dice: “Papá, voy a vivir con mami y te
voy a extrañar mucho y voy a venir a visitarte”. Y yo me encierro en el cuarto
y oculto la cara entre las manos. Falta un día para fin de año (pasaron cinco
entre una y otra fase) y hoy es la última noche que Ana duerme en casa.
Salimos a cenar a lo de unos conocidos. Ella está hermosa y contenta de
usar su vestido de gasa; ríe y juega con sus amiguitos y cada tanto se sienta
sobre mis piernas y me dice: “Papá te amo”. Después, en el taxi de regreso se
durmió en mis brazos y cuando la cargué para bajarla sus dedos no soltaban un
juego de ladrillos azul. No pude cambiarle la ropa y a la madrugada mojó su
vestido blanco y las sábanas rosadas. Todavía no cumplió cuatro años y ya es 31
de diciembre y no va a vivir más conmigo. Vendrá sólo a visitarme.
A la mañana fuimos a una juguetería a comprar un salvavidas para cuando
venga y se meta en la pileta de lona, y un cubre colchón, por si sigue mojando
la cama, y una caja con veinticuatro marcadores de colores porque quería
dibujar un arcoirirs. “Nadie me enseñó a dibujar un arcoirirs, papá.” Yo le
enseñé y ella separó los marcadores en colores para hombres y para mujeres. Los
colores claros eran colores de mujer, y además del pasto verde y el sol
amarillo dibujé estrellitas negras.
Estuve una hora, dos horas, esperando que la madre pasara a buscarla y
se fueran. Quería quedarme solo, terminar de una vez. Mi hija me pedía lo de
siempre, un cuento con animales, que sea largo y que termina mal para todos. A
medida que se iba acercando el momento en que Paula vendría, mi voz
enronquecía, yo quería apartarme y no hablar. Al mismo tiempo, pensaba que
recién iba a recuperar a mi hija, tenerla de verdad, cuando dejara mi casa. Mi
hija siempre fue preciosa para mí. Desde que nació, el sinsentido del mundo se
condensó hasta convertirse en un punto insignificante, y lo único que tuvo
consistencia del ser, el brillo y la dimensión de lo existente, fue su
presencia. Pero al mismo tiempo su realidad cotidiana se volvió un obstáculo para
que la adoración que siento por ella se convirtiera en una totalidad suprema.
Las veces que me enojé y le grité porque se portaba mal, las veces que le
pegué...
Paula acaba de llevársela. En la despedida, yo le di un beso a Paula y
Ana dijo: “Si se dan besos de novios yo no me puedo ir”. La madre le dijo: “Son
besos de amigos” y después se volvió hacia mí y dijo: “Nunca vio que nos
diéramos besos de novios”. Y se fueron de la mano. Yo me quedé en la puerta
viéndolas irse y conteniendo las lágrimas. Ana llegó hasta la esquina y se dio
vuelta y me saludó, me tiró un beso, sopló en el aire y después se volvió hasta
su futuro.
Estoy solo y tengo que sobrevivir. Entro en mi casa, me tiembla la
mandíbula. Empiezo a llorar, quiero gritar pero que no me escuchen los vecinos.
Abrazo la pared, de golpe el dolor desaparece. Mi hija y mi ex mujer se borran
en el aire. Siempre estuve sólo, no hay nada, nunca hubo nada. Ese cuerpito
frágil y alegre diciéndome adiós. Mi hija tiende el puente de plata con la
vida. Tengo que ir a comprar cosas: la casa no debe estar vacía cuando ella
venga a visitarme”. Fragmento de su novela “Derrumbe”. (Mondadori).
Sergio Sinay.
Escritor y periodista.
La paternidad, en su sentido más profundo y trascendente, no se define
desde la biología ni desde el estado civil. No basta con procrear para ser
padre (o madre). Y la condición de separado o divorciado no hace a un padre
menos padre. La paternidad, como la maternidad, es una función que se define
por su ejercicio, por sus contenidos. Las funciones del padre incluyen la de
agente socializador de sus hijos, la de instrumentarlos para salir al mundo, la
de guiarlos en experiencias iniciáticas, la de transmitir, a través de su
conducta, valores esenciales para la convivencia y el desempeño en el universo
externo y la de ponerlos en contacto vivencial con manifestaciones de la
emocionalidad masculina.
Intencionalmente no he mencionado las funciones de proveedor material o
de protector físico, a las que nuestra cultura redujo durante mucho tiempo,
pobre y tristemente, el papel del padre. A tal punto este mandato impregnó a
generaciones enteras de varones y mujeres, que aun hoy, más allá de discursos
psicológicamente evolucionistas o de posturas progresistas en el discurso
(aunque no tanto en las conductas) estos atributos siguen apareciendo ante el
padre varón como exigencias ineludibles. Pero lo cierto es que un padre
cumplirá sus funciones si se conecta con todas las áreas que mencioné
anteriormente y si se compromete de hecho con ellas.
Sin ese cumplimiento, la paternidad (como la maternidad cuando sus
funciones específicas están desatendidas) será un simple acto o accidente
biológico. Por lo demás, un padre puede separarse de la madre de sus hijos, sin
divorciarse de ellos. El ejercicio de la paternidad (como el de la maternidad)
en su sentido esencial requiere de conciencia y voluntad. Es un ejercicio de
responsabilidad, no en el sentido de carga u obligación, sino en el de elección
y capacidad de respuesta ante los efectos de esa elección. Hay divorcios más
difíciles y otros más fáciles. En algunos los hijos se convierten en
proyectiles de una batalla entre sus padres o en botines de sucesivas rapiñas
emocionales con las que éstos procuran dañarse. Y hay separaciones en donde los
ex cónyuges no olvidan que fueron responsables en la creación de la vida de sus
hijos y responden pensando ante todo en lo mejor para los chicos. En los
primeros casos, los padres varones suelen apartarse (por propia voluntad o por
manipulación materna) de sus hijos. En los segundos ejemplos, encuentran nuevos
y nutricios modos de continuar presentes (y funcionales) en la vida de ellos.
En ambas situaciones conviene recordar dos cosas: La paternidad es una
construcción, adquiere significado a través de acciones y de presencia, va más
allá de enunciados y de comprobaciones biológicas. Todos los hijos son elegidos
(“descuidarse” es una forma de elegir) y su presencia es una pregunta personal
y dirigida que sólo el padre (y la madre) pueden responder.
Un padre separado, entonces, no es menos padre y su situación puede ser
el puntapié para convertir su paternidad en un ejercicio activo, conciente y
responsable porque a veces, cuando está asegurada la rutina de vivir bajo el
mismo techo, esto no ocurre. Vivirlo así es, casi, una decisión moral.
Julio Trucco.
Fundador de la Asociación de Nuevos Padres.
En 1987 me divorcié siendo padre de dos hijos de dos y tres años. A
partir de ese momento tuve la oportunidad de experimentar cómo es ser un padre
separado. Hay mil preparativos para casarse pero para separarse, ninguno. Quise
seguir criando a mis hijos, no me conformaba con sólo visitarlos. Pretendí
pasar tiempo con ellos, no sólo “tiempo de calidad” sino cantidad de horas.
Decidí ocuparme de sus necesidades y además, pagar alimentos. Pero como
cualquier persona que va en contra de las costumbres de la época, sufrí los
rigores de una sociedad y de una jurisprudencia sexista. En ese momento, el
estereotipo masculino era el del padre proveedor y la madre cuidadora y oponerse
era ir en contra de lo establecido. El litigio judicial incluyó cientos de
horas de audiencias, entrevistas, testimoniales, denuncias, ejecuciones
sumarias y embargos.
En 1995 escribí una carta de lectores al diario Clarín en la que contaba
mi experiencia. A los pocos días, muchos padres que se sentían identificados
con mi situación se pusieron en contacto conmigo. Una tarde nos reunimos casi
doscientas personas con la misma problemática. Nos organizamos y fundamos ANUPA
(Asociación de Nuevos Padres). No nos conocíamos, teníamos distintas posiciones
económicas y niveles culturales, pero no necesitábamos abundar en detalles para
entendernos.
Nos preguntábamos: ¿Cuántos niños pierden la cotidianeidad de un vínculo
tan importante en detrimento de su propia psiquis? ¿Por qué el rol del padre
después del divorcio es objeto de la manipulación de letrados, funcionarios
judiciales, ex cónyuges y de la prensa?
Hoy, a veinte años de mi separación, veo que cada vez son más los padres
que quieren participar activamente en la crianza de sus hijos. Los medios
también muestran un nuevo prototipo de padre, más tierno, cariñoso y afectivo.
Los modelos anteriores, en cambio, auspiciaban figuras tradicionales de
"jefes de familia" distantes. Los nuevos arquetipos de padre luchan
por sus hijos, se preocupan por ellos, marchan con sus bebés sujetos al pecho o
se levantan por la noche para atenderlos. Los cambios en los roles son
fácticos, resta que las leyes y la jurisprudencia de familia reflejen los
cambios que ya se dan en la realidad.
Creo que la tenencia compartida tiene algunas desventajas. Muchos padres
divorciados acuerdan compartir la crianza de sus hijos, pero su verdadera
aspiración es obtener una tenencia monoparental. Quieren que el menor elija a
uno y descarte al otro. Esta situación provoca que traten a su hijo como un
verdadero “niño divino”. Y con ese objetivo en la mira, cualquier seducción es
insuficiente. No lo castigan cuando corresponde por miedo a perder terreno ante
el otro.
Desde ANUPA difundimos la opción de la tenencia compartida de los hijos
como una opción más después de la separación de los padres. Consideramos que
una opción tan importante como compartir la crianza de los hijos del divorcio,
no puede estar fuera de la letra de la ley.
Consejos para padres divorciados
1) No divorciarse de los hijos.
Distanciarse de la madre no implica separarse de los hijos. La condición
de divorciado no hace a un padre menos padre. La paternidad es una función que
se define en su ejercicio.
2) El nuevo papá.
El modelo de paternidad tradicional auspiciaba padres distantes, poco
dados a las caricias y los juegos. Los nuevos arquetipos luchan por sus hijos,
cambian a los bebés y se levantan para atenderlos.
3) El papá multifunción.
Trascender el rol de proveedor material y cumplir otras funciones como
guiar, transmitir valores para el desempeño en el universo externo y vincular a
los chicos con la emocionalidad masculina.
4) Cantidad y calidad.
Es importante que un padre pase tiempo con sus hijos. El concepto “tiempo
de calidad” es engañoso porque un vínculo sólido se construye cuando ambos
comparten los detalles de la vida cotidiana.
5) Otra oportunidad.
La separación puede ser el puntapié para convertir la paternidad en un
ejercicio activo y responsable. A veces, la rutina de vivir en la misma casa,
afecta el papel del hombre en la crianza de los hijos.
6) No pedir permiso.
Muchos hombres esperan que las madres habiliten su rol cuando en
realidad deberían asumirlo sin pedir permiso. La paternidad es un derecho que
se adquiere cuando nace un hijo.
7) Dejar de ser hijo.
Cuando un hombre se convierte en padre, abandona el rol de hijo y se
conecta con otros aspectos de la masculinidad. Un adulto sabe asumir su
responsabilidad y dar protección y apoyo emocional.
8) Poner límites.
Un padre debe poner límites, establecer normas y códigos y orientar. La
separación no debería convertir a un papá en un seductor de sus hijos con la
mirada más alerta en el divorcio que en su rol.
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